Antioquia un lugar maravilloso

Antioquia, tierra mágica y generosa ubicada estratégicamente en la esquina nor-occidental suramericana, llena de historias asombrosas y gente admirable.

miércoles, 27 de marzo de 2024

Los indios realistas en Antioquia, parte 3 (última)

Los indios, las armas y el reclutamiento militar (forzado y voluntario) en Antioquia

Para la creación de un ejército capaz de defender la nueva Constitución, el Estado Soberano de Antioquia, a través del Reglamento de Milicias de 1812, normativizó el servicio militar para todos los indios que fueran tributarios y solteros: diez años en tiempos de paz o seis en caso de guerra. En 1813, valiéndose de este mecanismo, el presidente-dictador Juan del Corral, enroló a centenares de indios y pardos de la provincia para formar la 2ª y 3ª compañía de milicias[1] . Por si fuera poco, ordenó a los aborigenes de Sabanalarga la defensa de la frontera chocoana, que estaba bajo la amenaza realista y formó con los de Cañasgordas la Compañía Sagitarios del Estado, comandada por su gobernador, a quien se le asignó un sueldo y jerarquía militar.

Aunque la medida era nueva e injusta, los nativos aceptaron el llamado a las filas para no ser tratados como enemigos de la República, apátridas o renegados. Por ello, el cabildo de El Peñol manifestó: “en lo sucesivo cumpliremos con nuestro estado antiguo, como leales vasallos de nuestro soberano rindiendo en su defensa si necesario fuere nuestra vida bajo de disciplina militar”, no obstante, nadie lo expresó mejor que los indios de Buriticá, al decir:

…ofrecemos ejercer todas las funciones de ciudadanos y Patriotas, no rehusando ninguna expedición que se proyecte, pues para ser útiles en este caso nos prestamos voluntariamente a sufrir la disciplina militar, pues para su instrucción pedimos a cabo, que nos enseñe el manejo de armas[2] .

Además de la obligación militar, se dictaminó el servicio civil indígena para la construcción de vías y fortificación de puntos estratégicos. Ambas cosas ocasionaron la disminución de la población joven en los pueblos de indios y por ello fueron frecuentes las quejas al considerar que las medidas iban en perjuicio de su comunidad. Por ejemplo, en julio de 1816, durante el gobierno restaurador encabezado por el coronel Francisco Warleta, los resguardos de Sabaletas, Buriticá, La Estrella y Santa Bárbara solicitaron la exención del deber de trabajar en la construcción de los caminos de la provincia[3] .

A su vez, pidieron la restitución del sistema antiguo, lo que indubitablemente ocasionó que muchos pueblos aborigenes abrazaran nuevamente la monarquía tal como se observa en las contribuciones que hicieron a la Corona en hombres, alimentos, ropa y alojamiento a las tropas que ocasionalmente ocuparon su territorio[4] . Sobre esto, se ha señalado el temor del régimen republicano a que comunidades como las de Buriticá y El Peñol se enrolaran voluntariamente en la milicia real a causa de lo impopular que había resultado la aplicación de medidas como la abolición del tributo y los cabildos[5] .

Quizás ello llevó a muchos indígenas a tomar las armas y apoyar las operaciones contrainsurgentes adelantadas en Antioquia. En abril de 1816 el coronel Warleta informó desde su cuartel en Rionegro sobre la inclinación por el Rey que tenían los habitantes del Nare por participar contra “las fuerzas rebeldes, que se hallaban en dicho punto y estrechura de Carare”[6] . A su vez, el 25 de agosto de 1819, el coronel revolucionario José María Córdova en su arribo al Nare encontró y capturó una guarnición realista (76 prisioneros) formada por individuos de todos los colores: indios, mestizos, negros y blancos[7] .

Del mismo modo los indios del resguardo de Sabaletas, cuando llegó el gobierno restaurador de Warleta a la provincia de Antioquia, realizaron acciones antirevulucionarias y evitaron la fuga de los comprometidos con el gobierno insurgente. Bárbara Tanco, esposa del presidente Dionisio Sánchez de Tejada, quien también había huido, afirmó que alrededor de “30 granadinos no se había atrevido a pasar por el pueblo de Zabaletas, donde unos pocos indios incitados, según se dijo, por el cura Duque, se opusieron a su pasaje”[8] .

En el sur de la provincia, en los límites con el Cauca fue constante el enrolamiento voluntario y masivo de indígenas en los ejércitos del rey. Simón Muñoz, un guerrillero del Patía que llegó a detentar el cargo de teniente coronel, tomó la villa de Anserma con una partida de realistas, dentro de los que se enrolaron algunos indios. De esta forma, se unió el sur de Antioquia con las huestes del coronel Sebastián de la Calzada[9] . Éste último jefe realista tenía más de dos mil hombres bajo su mando, de los cuales, al menos la mitad, eran indios de los alrededores de Popayán y Pasto enviados por el obispo Salvador Jiménez de Enciso[10] .

Los hombres de Calzada realizaron varias operaciones militares en Antioquia, siguiendo la orden del virrey Sámano de ocupar la región y unirla con las provincias del Cauca y Cartagena. Por ejemplo, envió tropas sobre Zaragoza con el fin de apoyar las fuerzas de Warleta y las guerrillas que actuaban en el norte (las de Zuláibar, Larruz y Arias) en las que también había indígenas enrolados. Sin embargo, fueron enfrentados cerca del brazo de la Mojana, que comunica los ríos Cauca y San Jorge, acción en la que fueron capturados y pasados por las armas los oficiales del ejército real José Guerrero Cabero y Carlos Ferrer, además de 60 soldados pertenecientes a la tropa llana[11] .

Pese a este fracaso, Calzada llegó a reclutar un regimiento de 3.700 hombres, la mayoría indios y negros del Cauca, Popayán y Pasto. Estos fueron los encargados de mantener la hegemonía realista en el sur del virreinato. Incluso planearon la toma de Santa Fe de Bogotá, aprovechando que todos los rebeldes se encontraban en dirección a Cartagena.

En Riosucio, cuando los revolucionarios retomaron la provincia de Antioquia (finales de 1819), muchos realistas tuvieron que pasar a “Popayán por la Vega de Supía con el ánimo de hacer resistencia”. Allí se instalaron los españoles Hermenegildo y Miguel Mendiburt y formaron una guerrilla a la que se unieron milicianos procedentes del antiguo resguardo indígena de La Montaña[12] .

En caso contrario, en provincias como Chocó, Antioquia y Panamá algunos indios no incorporados apoyaron las huestes republicanas con hombres, víveres y vituallas. Es el caso de los kuna que hostigaron a los españoles y apoyaron a los revolucionarios para mantener su libre comercio, en particular con los ingleses[13] . Al punto que, por su asistencia y servicios prestados al capitán Juan María Gómez en la toma del Chocó, el coronel José María Córdova, en noviembre de 1819, les donó la bandera republicana y les dedicó un emotivo discurso:

…os ofrezco la bandera como una señal de unión y estrecha amistad que los granadinos y venezolanos libres contraen con los valerosos cunas. Esta unión debe ser eterna e inviolable. Vosotros habéis nacido en la América y nosotros también, de tal suerte que somos hermanos. Vosotros sois enemigos de los españoles, y del otro lado del mar vinieron a esclavizaros y a quitaros los frutos de vuestras sementeras y los productos de nuestra caza y nuestra pesca. …Así el exterminio de los españoles como enemigos implacables de los americanos es el interés de los parientes cunas y el nuestro. Hacedles cuanto mal podáis si invaden nuestro territorio o quisieren subir de nuevo al Atrato. Uníos con los republicanos que son vuestros hermanos y amigos, que siempre os protegerán y jamás pensarán como el español en hacerlos esclavos. Si algunos de nuestros soldados o de nuestro partido llegan a vuestras habitaciones, socorredle, tratadle como amigo y dadle las noticias que necesitase. Nosotros ejecutaremos lo mismo y siempre seremos los más íntimos amigos de las cunas[14] .

A parte de lo anterior, se sabe que en enero de 1820, los indios del Citará apoyaron con pólvora, hombres y pertrechos la toma republicana del sitio de Murrí[15] . De esta forma, las selvas occidentales chocoanas, del Urabá y el Darién, y en particular la navegación del río Atrato, se convirtieron en sitios hostiles e infranqueables para los ejércitos fieles al rey español.

También, la República continuó con la campaña de levas (forzadas) indias, contando con la reprobación y resistencia de estas comunidades y familias. El 20 de agosto de 1820, Josefa y Nepomuceno Moreno, indios del pueblo de Sabanalarga, pidieron que su hermano José María fuera exento de la milicia, alegando la necesidad de brazos para su sustento económico[16] . Bajo la misma línea, la india Mercedes Vélez, pidió al protector de naturales eximir a uno de sus hijos del servicio dado que era viuda y anciana[17] .

Nuevamente en 1821 el corregidor de La Estrella, cercano a Medellín, solicitó la dispensa del servicio militar a todos los indios tributarios que habitaban en el antiguo resguardo. La razón que expuso fue que este pueblo se estaba quedando sin brazos para su sobrevivencia, alegando que recientemente habían reclutado 12 indios y tan solo quedaban 130 individuos hábiles en toda la comunidad[18] .

No cabe duda que el reclutamiento forzado, la abolición de los resguardos, la enajenación de las propiedades comunales y la crisis económica producto de la guerra produjeron un descenso demográfico en muchos de los pueblos de indios tributarios: en algunas comunidades la situación fue tan dramática que se vieron condenadas a su extinción, destierro y pérdida de su cultura ancestral.

En síntesis, mientras la lucha liberal y revolucionaria abogó por la abolición de los privilegios colectivos, la eliminación de los sectores tradicionalistas, la supresión de la superstición, la enajenación de sus tierras ancestrales y la extirpación de los arraigos y costumbres populares; el régimen de dominación española hizo lo posible por brindar defensa y bienestar a sus aliados y vasallos indios.

Lo anterior hizo que la mayoría de los indios tributarios tomaran partido y opinión en favor del rey español e hicieran generosos aportes en efectivo, especie, servicios y hombres (fuerza militar y laboral). Después de todo los indígenas de los resguardos eran conscientes y se anticiparon a prever que lo que estaba en juego era la defensa de su sistema de gobierno (tradicional, garantista y pactista), su propia superveniencia, además de su sustento material y espiritual.



[1] Frankly SUÁREZ, Representación y defensa en la Primera República Antioqueña, 1808-1816, Academia Antioqueña de Historia, Medellín 2014, 65.

[2] AHA. Fondo Independencia, t. 822, f. 31r.

[3] AHA. Fondo Independencia, t. 836, ff. 1r - 20r.

[4] Según Salgado en el: “contexto de reconquista hispánica, sectores indígenas apelaron al antiguo régimen y a su estatus colonial para declararse contrarios a la legislación independentista, que les invalidaba sus privilegios como grupo social. Karina SALGADO, op. cit. 37.

[5] Al respecto, Salgado, citando a González en su monografía de historia llamada: “Indios y ciudadanos en Antioquia 1800-1850. Demografía y Sociedad”, indica lo siguiente: “La historiadora Lina González resaltó que esa inconformidad, tanto en El Peñol como en Buriticá, representaba un alto potencial para el posterior alistamiento en el ejército realista, lo que incidía en el temor de las autoridades independentistas”. Ibíd. 36.

[6] El Nare, el río más importante del Altiplano conocido como Valle de San Nicolás, pasó por jurisdicción del pueblo de Indios del Peñol, en un entramado de caminos prehispánicos, diseñados para el intercambio comercial y la trashumancia. El puerto que desemboca al Magdalena se pobló con indios, mestizos y libres que se asentaron en busca de oro. Archivo Histórico de la Nación. Historia t. 19, f. 532 r. y t. 1, f. 553 v.

[7] Orlando MONTOYA y Mauricio RESTREPO, Chorros Blancos y la Independencia de Colombia, Academia Antioqueña de Historia, Medellín, 2020, 308.

[8] José Manuel RESTREPO, Autobiografía…, op. cit. 17.

[9] Mariano TORRENTE. op. cit. 80.

[10] Gustavo GARCÍA, Un obispo de historia, el obispo de Popayán: Don Salvador Ximénez de Enciso, Caja de Ahorros Provincial de Málaga, Málaga, 1961, 218.

[11] Roberto CADAVID, Historia de Antioquia, Argos, Medellín, 1996, 200.

[12] Riosucio se creó a partir de la unión del resguardo indio de La Montaña y el Real de Minas de Quiebralomo. Álvaro GÄRTNER, Guerras civiles en el antiguo Cantón de Supía: relatos de episodios armados acaecidos entre el siglo XVI y el XIX: luchas por las tierras del oro. Editorial Universidad de Caldas, Caldas, 2006, 50.

[13] Heraclio BONILLA (Comp.). Documentos de la Reconquista de Colombia. Transcripciones del Fondo Documental “Pablo Morillo”. Centro Cultural y Educativo Español Los Reyes Católicos-Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2011, 128.

[14] Pilar MORENO DE ÁNGEL, Correspondencia y Documentos del General José María Córdova, Editorial Kelly, Bogotá, 1974, t. 1, 102 y ss.

[15] Ibídem.

[16] AHA. Fondo Independencia, t. 913, ff. 16r-29r.

[17] AHA. Fondo Independencia, t. 918, ff. 270r - 272r.

[18] Ibíd. t. 921, f. 92r.

sábado, 24 de febrero de 2024

¡Hasta los gallinazos tienen rey!

Los oficiales del ejército español, a la cabeza del virrey Sámano, consideraron a la antigua provincia de Antioquia como el territorio más importante, geoestratégicamente hablando, donde se podía ganar o perder (como efectivamente sucedió) la continuidad del régimen Borbón en Suramérica.

En particular, porque mantener bajo el control del rey este territorio significaba mantener en pie de lucha el cordón occidental que unía a los territorios realistas en el Caribe como Cartagena, Panamá, Santa Marta, Centro América y Cuba con sus pares más australes del Pacífico, los casos de Cauca, Popayán, Pasto y Quito, hasta el corazón del virreinato del Perú.

No es casual que la toma de la provincia de Antioquia significó la pérdida de comunicación entre el norte y el sur realistas, territorios hacia donde planificadamente se dirigieron las huestes de Bolívar para estrangular el pensamiento y resistencia realista de la plataforma continental.

Esta es la razón por la que este libro ¡Hasta los gallinazos tienen rey! presenta un análisis que pone en el mapa mundial a una provincia que, aunque periférica, siempre fue considerada como la “la esquina de las Américas” y la “joya de la corona” por su oro, comercio y por conectar el centro y sur del continente y los dos grandes océanos (Atlántico y Pacífico).

Todo este esbozo y análisis histórico lo encuentras en esta concienzuda investigación que ya es un clásico del pensamiento, actuación y resistencia realista en Hispanoamérica: sin duda una de los primeros ensayos históricos que se ha hecho que relata y rescata la memoria de los sectores subalternos (indios, mestizos, negros y blancos pobres), los vencidos, los invisibles y los proscritos.

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sábado, 3 de febrero de 2024

Los indios realistas en la provincia de Antioquia, parte 2

 

La resistencia simbólica y silenciosa de los pueblos de indios en Antioquia

En Antioquia la resistencia indígena frente al proceso revolucionario no fue masiva, decidida y cruenta como si sucedió en otras provincias neogranadinas: los casos de Santa Marta, Riohacha y Valledupar en el norte (Caribe) y los de Popayán y Pasto en el sur (Pacífico). Básicamente, porque las comunidades indias del interior de esta región andina eran minúsculas, dispersas y políticamente desorganizadas. Caso contrario se presentó en las comunidades periféricas, más numerosas y concentradas en territorios donde no hacía presencia la administración virreinal (estaban por fuera del sistema de dominio español). Por ello, valdría la pena distinguir estos dos tipos de grupos étnicos que coexistían en la región para entender mejor su inserción o rechazo, de cara al advenimiento de la Republica.

Dentro de los nativos incorporados al régimen español, a quienes también podríamos llamar “tributarios”, se encuentran los resguardos o “pueblos de indios”[1]. De ellos en Antioquia a vísperas de la Independencia quedaban solo diez de importancia: Buriticá, Sopetrán, Sabanalarga, Cañasgordas, La Estrella, El Peñol, Sabaletas, Ocaidó, San Antonio y Urrao. Vale la pena mencionar que eran comunidades pequeñas y dispersas, como indica en 1808 el registro de indios tributarios: contados a partir de los varones entre 15 y 45 años[2].

Por su parte, los no incorporados tenían comunidades más numerosas que vivían según las autoridades, en estado “salvaje” y muchas veces nómada. Hablamos de grupos humanos pertenecientes a las etnias kunas, tule, chocoes y emberas asentadas en territorios donde no había presencia de la administración. Eran tribus belicosas que históricamente estaban en estado de guerra con la Corona española, lo que los hizo aliados estratégicos de potencias extranjeras con las que tenían trato comercial, negocios y asistencia mutua; razón por la que allí se desarrolló el contrabando y otras prácticas subrepticias[3].

No es casual que algunos de los anteriores grupos apoyaran las huestes revolucionarias, dada su rebeldía y hostilidad frente a los españoles. También, como se ha mencionado, por su cercanía y afinidad con las potencias rivales extranjeras como Gran Bretaña. En el caso contrario, los indios aquí llamados “incorporados” o tributarios mantuvieron una relación de dependencia y fidelidad frente a la Corona y, por tanto, reaccionaron y resistieron de manera simbólica o armada cuando sus lealtades, sistema de gobierno y alianzas se vieron amenazadas. 

A este punto, es necesario señalar que, paradójicamente, fueron las Cortes de Cádiz las que, inicialmente, rompieron la relación de vasallaje histórico mantenida con estas comunidades. Ello, a raíz de la aplicación de medidas liberales como el decreto que ordenó la exención general del tributo indígena en marzo de 1811. Dictamen que en junio fue incluido en la Constitución Provisional del Estado Soberano de Antioquia, la cual aún reconocía el derecho de gobernar de Fernando VII y fue firmado el 18 de diciembre por Miguel de la Calle, José Pardo, Pantaleón Arango, Pablo Zuluaga y Gómez de Salazar[4].

Al siguiente año (1812) el Poder Legislativo del Estado de Antioquia suprimió definitivamente los fueros, justicia y sistema fiscal propio indio, declarándolos como “ciudadanos libres de tributo”[5]. El edicto fue enviado a los distintos resguardos para su conocimiento, aceptación y firma. Sin embargo, la medida no fue bien recibida por muchas de estas comunidades étnicas. Buriticá, por ejemplo, fue uno de los primeros pueblos en reaccionar y enviar un documento manifestando su inconformidad, alegando lo siguiente:

 

…ante Vuestro Señor con el debido respeto, parecemos diciendo: que resultándonos en nuestro concepto un gravamen con la libertad que se nos ha declarado, suplicamos a Vuestro Señor que con el mayor rendimiento sea elevada la acción de libertad y se nos deje en nuestro antiguo estado de indios, pues en el ofrecemos ejercer todas las funciones de ciudadanos y Patriotas[6].

 

A su vez, José Vicente Sixo, en representación de El Peñol, se lamentó de la pérdida de su antiguo estado, en el cual dice estuvieron por gracia de la Divina Providencia y donde, según su parecer, se sentían “muy gozosos sin que la ambición o vanagloria de ser ciudadanos nos tire y persuada a gozar del concedido indulto y libertad”[7]. Su descontento también se presentó frente a la eliminación del tributo y la imposición de otros impuestos pues, como indicaron, apenas podían “pagar el corto tributo de su Majestad”, ahora cómo podrían cumplir, ya en calidad de ciudadanos, con los derechos que se les “condena”[8].

Los indios de Buriticá también fueron enfáticos en solicitar la “sanción de la libertad para continuar en el antiguo estado de indios”[9]. Sin embargo, la Sala Primera de la Legislatura de Antioquia rechazó las distintas peticiones y demandas, alegando que se trataba de una ley superior, de obligado cumplimiento, aplicada a todos los reinos de Ultramar y basada en los principios de justicia y libertad, en clara alusión a lo dicho en Cádiz.

A raíz de la irreversible supresión del sistema antiguo, los choques e inconformidades frente a la República comenzaron a aflorar entre las distintas comunidades indígenas. En la ciudad de Marinilla, la Junta Provincial de Seguridad y Vigilancia realizó un juicio sumario contra el indio Juan de Dios Sánchez, vecino de San Antonio de Pereira, por haber “vertido sugerencias sugestivas contra el Gobierno”[10].

Una vez restaurada la autoridad real con la llegada del general Francisco Warletta, los resguardos acudieron a participar en los actos de desagravio y juras al rey junto a las autoridades civiles y eclesiásticas. En esta ocasión, no se hicieron esperar las muestras de afecto al soberano, señalando ya haber calmado la “tempestad” y cumplido sus “ardientes deseos” de estar de nuevo bajo el cobijo del adorado Fernando VII[11]. A su vez, ofrecieron contribuciones y donativos en granos, cereales, pesca, animales y otros abastos.

Este suceso dejó al descubierto la existencia de una narrativa de lucha y resistencia que se expresó de manera simbólica y pasiva frente a las armas, leyes, prácticas y autoridades republicanas[12]. Los indios de Buriticá, por ejemplo, afirmaron que su obediencia hacia el nuevo gobierno había sido ficticia y por ello anhelaban retornar al amparo del rey, a quien se referían como su “padre, protector y salvador”. Además, se quejaron de la privación de su protector de indios y, particularmente, de que sus privilegios habían sido “violados y se nos obligó a obedecer órdenes contrarias a los sentimientos que nos animaban”[13].

Constante solicitaron al rey restituir los resguardos y devolver las tierras y propiedades que habían sido enajenadas, repartidas o vendidas por la República. Sobre todo, porque a consecuencia de esto, nativos como los del resguardo de Sabanalarga se habían reducido, sus casas habían sido destruidas y su agricultura había decaído dramáticamente. Un informe de Salvador de Guzmán y Ferraro indicó que a consecuencia de la revolución muchos indios estaban en fuga o hacinados en Cáceres, San Agustín y los reales de minas vecinos[14]. A su vez, razones como la anterior habían llevado a los indios del El Peñol a pedir la expulsión de todos los libres de su jurisdicción y volver a repoblar la zona con naturales[15].

En 1817 el pueblo de Ocaydó, supeditado territorialmente a Antioquia, pidió la restitución de su corregidor, alegando que este fue el motivo por el cual no fueron censados y, en consecuencia, no pudieron pagar el correspondiente tributo. Lo cierto es que el desplazamiento de la población indígena dificultó el censo, tributo y restitución de los resguardos; como afirmó Luis Antonio de Villa, corregidor del pueblo de Sopetrán en 1818: la revolución había ocasionado grandes pérdidas que los obligaron a abandonar el territorio[16].

Además de los anteriores casos, que evidencian la existencia de una rebeldía simbólica de los indios, quienes manifestaron haber aceptado el gobierno republicano por temor a represalias, también se observa una resistencia armada para frenar el avance revolucionario.

Extracto tomado del libro de John Alejandro Ricaurte Cartagena titulado "Hasta los gallinazos tienen rey". Guerrillas contrarrevolucionarias en la provincia española de Antioquia (1813-1830).



[1] Eran verdaderas repúblicas puesto que jurídica y administrativamente eran reconocidas por el Estado y se diferenciaban de las de “blancos”, es decir, los municipios o ayuntamientos en que poseían una estructura social y organización propia. De ahí que, dada la relación histórica con estos pueblos aliados, en Antioquia pervivió una concepción dual de la administración: una república de “blancos” y otra de indios que, si bien tenían una legislación y forma de gobierno diferente, hacían parte de un mismo Estado nacional.

[2] Buriticá (729), Sopetrán (510), Sabanalarga (820), Cañasgordas (158), La Estrella (620), El Peñol (de 822 la mayor parte), Sabaletas (499), Ocaidó, San Antonio y Urrao. Víctor ÁLVAREZ MORALES (ed). La relación de Antioquia en 1808. Expedición Antioquia 2013, Medellín, 2008.

[3] AGI. Panamá, d. 229, l. 3, ff. 361v-363r.

[4] Superior Declaratoria en favor de la libertad de los indios tributarios. AHA., Fondo Independencia, t. 824, d. 13004, ff. 77r-79v.

[5] Vale la pena aclarar que, en materia de tributos, la legislación española les permitía pagar el tributo al rey en especie o metálico, dependiendo de sus particularidades, actividad económica (indios de pesca, mina y caza), geografía, economía y recursos. También según los artículos que pudieran tributar: mantas, minerales, agricultura, ganado, tejidos, trabajo (en obrajes) u otro tipo de servicio.

[6] AHA., Fondo Independencia, t. 822, f. 31r.

[7] AHA., Fondo Indios, t. 27, d. 857.

[8] AHA, Fondo Indios, t. 27, d. 857, ff. 2r-3v y Fondo Independencia, t. 822, f. 33v.

[9] AHA., Fondo Indios, t. 27, f. 424r.

[10] Junta provincial de seguridad y vigilancia, AHMA, Actas del Cabildo, t. 94, ff-1-5, (julio de 1812).

[11] AHA., Medellín, Fondo Independencia, t. 836, f. 19r.

[12] Como indica Yoel Castaño: “Con el ingreso de las tropas realistas de Warletta en la Provincia de Antioquia, los indios vieron retornar por un corto período sus antiguos privilegios y desaparecer la odiosa carga que para ellos implicaba ser un ciudadano. Por un breve lapso de tiempo desapareció la incertidumbre a la que se vieron avocados por el gobierno republicano, y hasta volvieron a rematarse, a sacarse a pública almoneda y a cobrarse los tributos. También los indios aprovecharon esa breve coyuntura para hablar con desdén del gobierno insurgente, y recrear una leyenda negra de esa primera república, a la cual se refirieron con términos como “tiempo calamitoso”, “tempestad política”, gobierno “intruso”, “revolucionario” o “insurgente”...” Yoer CASTAÑO PAREJA, “De menores de edad a ciudadanos: los indígenas de Antioquia y otras zonas neogranadinas frente a los postulados libertarios de la primera república, 1810 – 1816”, Anuario Historia Regional y de las Fronteras, v. 13, n. 1, 2008, pp. 50 y ss.

[13] Karina SALGADO HERNÁNDEZ, “Indios, ciudadanía y tributo en la Independencia neogranadina. Antioquia [1810-1816]”, Trashumante. Revista Americana de Historia Social 4 (2014): 26-43.

[14] AHA., Fondo Independencia, t. 868, d. 13579, ff. 1-2v.

[15] AHA., Fondo Independencia, t. 858, d. 13447, ff. 153-154.

[16] AHA., Fondo Indios, t. 27, d. 873, ff. 45-46.

viernes, 2 de febrero de 2024

Los indios realistas en la provincia de Antioquia, parte 1

Como fruto del contacto, interacción y fusión del mundo europeo con el aborigen, en un proceso de miscegenación que se extendió por más de 300 años, América se convirtió, en términos de Vasconcelos, en el continente síntesis: una suerte de ecúmene universal destinada a absorber en armonía y fraternidad la esencia, alma, imaginación, carácter y personalidad de las distintas razas del mundo[1].

En América coexistieron todas estas realidades étnicas, culturales, raciales y lingüísticas dentro de una misma estructura estatal, caracterizada por su diversidad social, orden jurídico plural y tradición pactista. La misma que actuó como garantía de derechos y respeto de los fueros de las distintas comunidades políticas. Se trata de una especie de orden civilizador que en su devenir histórico logró extender sus dominios en distintas latitudes del globo y conexionar pueblos, castas, religiones, idiosincrasias y cosmovisiones disímiles. 

Sin duda, los indígenas constituían uno de los estamentos más importantes dentro del sistema político, administrativo y social implantado en América por los españoles. En parte, gracias a su carácter ancestral (pueblos originarios) y estatus de protección que brindó la Corona y las instituciones virreinales a aquellas naciones con las que sellaron alianzas, convenios de cooperación y relaciones de vasallaje [2]. Ello explicaría por qué los indios fueron uno de los grupos sociales que mayoritariamente se movilizó en defensa del rey, precisamente, por la intención de mantener sus privilegios, pactos, leyes y gobernanza.

Pese a que el fenómeno del realismo indígena se puede evidenciar en la documentación de la época, la historiografía hizo lo posible por ignorar a este sector poblacional dentro del bloque monárquico. Solo se mencionaron los casos de las provincias de Popayán, Cauca y Santa Marta casi que como los únicos sitios donde hubo oposición, resistencia y enfrentamiento indígena contra la República y su ímpetu reformador. Aunque hay que anotar que en la mayoría de estos trabajos argumentaron que el realismo nativo se debió a que habían sido engañados por los españoles (corregidores, encomenderos, autoridades eclesiásticas y funcionarios), siendo su decisión propia de un pueblo atrasado, ingenuo, ignorante, tradicionalista, supersticioso, sin educación y resistente al cambio[3].

Poco se conoce sobre el contexto de la lucha contrarrevolucionaria indígena en otras provincias del virreinato neogranadino (de recién creación en el siglo XVIII), apenas existen trabajos que mencionan su presencia y actuación. En el caso particular de la provincia de Antioquia, es posible que uno de los factores que influyó en la invisibilidad de este sector fue la existencia de una narrativa imprecisa, pero bien instalada, que indicó que los antioqueños abrazaron en masa la idea de Independencia. Discurso que sin embargo, tiende a cambiar con la existencia de nuevos trabajos y formas de abordar las fuentes y documentos[4].

Lo cierto es que este fenómeno (el realismo indio) fue endémico en el territorio, toda vez que la revolución liberal colisionó contra los intereses de este sector tradicionalmente amparado por la monarquía hispánica. De ahí que su principal interés fue mantener el sistema histórico, corporativista y comunal indiano donde tenían posibilidades de conservar su autonomía, jerarquía social, identidad, etnicidad y cohesión. Todo ello, refrendado por una garantía de derechos representados en una legislación corporal llamada Leyes de Indias, que dio cobijo a este colectivo en un régimen de protección singular y único[5].

A su vez, las nuevas leyes trajeron nociones radicalmente opuestas a su sistema y creencias: en particular, los principios de igualdad, ciudadanía, individuo y propiedad privada. Sobre éste último, es necesario anotar que sus tierras ancestrales, que representaba para ellos un sustento y forma de vida, fueron repartidas, enajenadas y vendidas. Además, se les autorizó convertirse en propietarios, pero restringiendo la posibilidad de venta de sus posesiones por espacio de ocho años, hasta que “aprendieran a apreciarlas”. Esto demolía radicalmente la visión gregaria, simbólica y cultural que mantenían en asuntos como la tenencia, explotación y negociación del suelo dado que para ellos la tierra era un derecho hereditario, comunal e inalienable.

También es cierto que la abolición de los resguardos impactó negativamente el sistema fiscal indígena pues, aunque fueron exentos de algunos impuestos del régimen antiguo, se les aplicaron nuevas cargas impositivas (de tipo liberal) y permanentemente se les solicitó contribuciones en alimentos, ropas y alojamiento para las tropas independentistas. Además, los tributos destinados a la Iglesia como fiestas, procesiones, octavarios, aguinaldos y funerales se dejaron a voluntad, pero se generaron otros gravámenes de tipo religioso como los casamientos, entierros e impuestos anuales de primicias y novenos.

De otro lado, a los solteros entre 18 y 45 años se les obligó a prestar el servicio militar y realizar trabajos forzados, se les dio la potestad de escoger profesiones liberales y la autorización de casarse libremente –incluso celebrar matrimonios interraciales–. Con el ánimo de que absorbieran la pedagogía republicana (estar prestos al cambio), se ordenó construir escuelas, instando a las comunidades religiosas y jueces de la República a contribuir con su educación (en agricultura y minería) y ayudarlos a abandonar “vicios” como el alcoholismo y la vagancia.

Conjuntamente, el nuevo régimen atentó contra su cosmovisión, organización estamental, concepción étnico-territorial y estructura social: en un sistema que creía plenamente en la existencia de un orden diferenciado por castas, jerarquías y roles[6]. Por ejemplo, su autoridad estaba representada por el gobernador de indios, los alcaldes y alguaciles, cargos que, aunque símiles a los de los municipios o ayuntamientos de “blancos”, tenían particularidades como la potestad de impartir la justicia local.

Igualmente, la supresión de los curas doctrineros, corregidores y protectores impactó negativamente sus comunidades dado que para relacionarse con la jurisprudencia de los “blancos”, sea de la adscripción territorial a la que pertenecían o del Estado, precisaban de estos actores intermediarios[7]. De manera que estos cambios introducidos por la modernidad, fueron duramente cuestionadas por las comunidades indígenas ya que representaba un cambio incierto que amenazaba con abolir los resguardos, suprimir los tributos, vender sus tierras y condenarlos a la ebriedad, holgazanería y demás vicios que les fueron atribuidos[8].

Por lo anterior, no fue extraño que los indios tomaran las armas para defender sus privilegios y derechos cuando éstos se vieron amenazados. Se trataba de escoger entre apoyar a una monarquía paternalista, garantista y pactista que básicamente legislaba en su favor o la revolución representada en la ambición de los criollos[9]. Este es el caso de Antioquia, provincia en la que algunos pueblos de indios dieron muestras de afecto y gratitud hacia el rey bajo una resistencia simbólica, pero también belicista como se verá a continuación.

 Extracto tomado del libro de John Alejandro Ricaurte Cartagena titulado "Hasta los gallinazos tienen rey". Guerrillas contrarrevolucionarias en la provincia española de Antioquia (1813-1830).



[1] José Vasconcelos. La raza cósmica: Misión de la raza iberoamericana. Editorial Verbum. 2021.

[2] Hay que reconocer que el paso europeo de la fase de poblamiento antillana a la continental produjo relaciones de paz y de guerra con los aborígenes, en una etapa de exploración y reconocimiento territorial que derivó en un proceso de conquista y poblamiento de la masa continental americana. En este periodo se encontraron con pueblos hostiles, territoriales y belicosos, pero también con otros interesados en realizar tratados de amistad y comercio: generalmente comunidades sometidas que querían salir de una relación de dependencia frente a un sistema social, político y religioso adverso e injusto a sus intereses.

[3] La historiografía muestra como si los españoles (corregidores, doctrineros, comerciantes y gobernadores) hubieran engañado a los indios: una población que se creía atrasada, tradicionalista y políticamente ignorante. Sin embargo, existen otras visiones más equilibradas que muestran que los pueblos originarios se levantaron contra la República por diversos motivos e intereses.  

[4] En ellos se observan individuos, familias y otros colectivos sociales como el caso de los indígenas, campesinos y esclavos luchando hasta el último momento por la restitución de los derechos, privilegios estamentales y fueros otorgados por el rey.

[5] Desde inicios la real audiencia tenían como uno de sus principales deberes la protección de los indios, por ello, la República liberal representaba para estos sectores tradicionalistas un choque contra sus intereses colectivos, pues habían sido amparados y protegidos por la corona, y tenían una legislación especial (Leyes de Indias) donde se reglamentaron garantías como el tributo, trabajo de ocho horas, descanso semanal y vacaciones, entre otros..

[6] El sistema español lo que hizo fue reproducir esas mismas sociedades y mantenerlas dentro de sus ámbitos naturales, ofreciendo garantías de derechos en sus sistemas de legislación.

[7] El cura doctrinero es el encargado del cuidado, evangelización, educación, vestido y proveer todo en cuanto a su bienestar material y espiritual. Por su parte, el corregidor de indios es la persona que se encarga de representarlo en la legislación común “los blancos” en los pleitos o juicios, pero también procura por su bienestar, evangelización y seguridad. Por ejemplo, mediaban ante el caso de algún abuso o queja del cura doctrinero o de algún blanco que se apropie de un terreno que pertenece a la comunidad. Finalmente, el protector de los naturales es una especie de procurador, es un funcionario público destinado también a preservar y defender los derechos y fueros de las comunidades indígenas.

[8] Estaba en juego el sistema de gobierno garantista frente a un sistema liberal que muchos no entendían, en particular las atribuciones abstractas que solo circulan en un sector minoritario de la población, por ejemplo, quienes habían estudiado y podían comprender todos estos conceptos de la ilustración. Por el contrario, en las zonas rurales, donde predominaban los mestizos, esclavos e indios dedicados a la minería, mazamorreo y agricultura el apoyo al rey fue mayor. Jaime SIERRA GARCÍA, “Independencia de Antioquia…”, p. 92.

[9] Por esto se observa la presencia de pueblos originarios en las filas del ejército realista desde inicios de la revolución. Pero también, pueblos como los Matuna, Mamatoco, Bonda, Chita, Inzá, Guajira, Pasto, Ciénaga, Gaira, Natagaima, Tópaga, Paniquitá, Quillacingas y Totoró, se destacaron como los principales contribuyentes en donativos, abastos y pertrechos para sostener la resistencia realista.